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La posguerra… ¡EL HAMBRE! (Capítulo 14)

Prefacio:

Hablé mucho con mi padre sobre ésta época tan gris de nuestra historia reciente. El, siempre me decia: Hijo, Dios quiera que nunca tengas que pasar hambre! Fueron muchos años de necesidad extrema, de cartilla de racionamiento, y de comerse lo que hubiera, que nunca era mucho.

En el año 1955, yo era un crío, tenía nueve años y hacía 16 años que había acabado la guerra. Recuerdo la leche en polvo de los americanos y los cupones de la cartilla de racionamiento. En ese año emigramos a Brasil.

¿Porqué España no se recuperó, como se recupero Francia, Inglaterra, incluso la propia Alemania totalmente devastada después de la segunda guerra mundial? El, me decía que los militarotes, los ricachones, sus adeptos y amigotes (así les llamaba) no habían sufrido «La posguerra» y lo acaparan todo. En parte, tenía algo de razón, sólo en parte. Luego, con el paso del tiempo se fué convenciendo de que hubo otros aspectos, que al principio no contemplaba por su odio y rencor hacia Franco y su régimen.

España, se quedó arruinada y sin reservas de oro para comprar bienes de equipo, trigo y alimentos de primera necesidad, porque el Gobierno de Largo Caballero (PSOE) ordenó el robo del siglo. El traslado de todas las reservas de oro del Banco de España. El 72 por ciento a la Unión Soviética y el resto a Méjico. Toneladas y toneladas de oro que jamás volverían, y qué no figuran en las reivindicaciones de la «memoria histórica». El panorama era el de un país destruido, asolado y qué nadie nos ayudaba porque Franco había estado «hermanado» con Mussolini y Hitler.

El Plan Marshall , tampoco llegó a España. Fue una iniciativa de Estados Unidos para ayudar a los paises devastados por la segunda guerra mundial.  Al final mi padre me dió la razón, de que estos aspectos habían influido también en la persistencia del hambre y miseria de la posguerra, que duró más de veinte años.      

                              Angel Sanz Urrea.

Se había acabado la guerra y la lucha por la vida empezaba de nuevo. En casa no trabajábamos ninguno. La construcción estaba parada, solo se hacían arreglos, porque muchas casas estaban medio destruidas y otras convertidas en escombros por los bombardeos. Mis hermanos que pertenecían al ramo de la construcción, fueron los que antes empezaron a trabajar con pequeñas obras y chapuzas.

Mi padre… El hombre, después de muchos años de trabajo en la misma empresa , fué «depurado» y despedido de Pueyo y Sánchez, una fábrica de maderas de la Ronda de Atocha. El motivo, fue haber sido enlace sindical. Después de luchar por la empresa que estuvo en la ruina y a punto de desaparecer, la dejaron limpia de deudas y rebosante de materiales. Así le pagaron la defensa de la empresa. Después el hombre empezó a trabajar en la albañilería, como mis hermanos Angel y Pedro qué acabaron siendo buenos especialistas del ramo.

Yo, por mi parte empecé con un pequeño trabajo a los hermanos de mi amigo Colomé, que tenían un pequeño taller de ebanistería, y quién a su vez me recomendó a un amigo tapicero que tenía un taller de reparaciones en la calle Serrano. Trabajaba en un piso para los hermanos Medina, ellos eran falangistas y tenían muchos clientes en el barrio de Salamanca. El encargado era Alejandro «El chichitas» así le llamaban, muy buena persona y buen tapicero. Me contrató por 11 pesetas de sueldo (bien pagado en aquellos momentos. Además yo sólo era ayudante y había estado sin ejercer durante los tres años de guerra)

Y allí, arreglando sofás, sillones y sillas deterioradas por el uso y el maltrato de la gente que había ocupado las viviendas abandonadas por los moradores del barrio de Salamanca. Como eran de derechas huyeron de sus casas por miedo a ser detenidos y fusilados por los milicianos. Allí con los arreglos, fui recuperando el oficio. Pasado el tiempo, Alejandro se unió a Antonio Armero ebanista y pusieron un taller más grande en la calle General Mola 22, junto a la calle Goya. Trabajábamos obra nueva y creaciones. Empecé a disfrutar y coger experiencia y cada vez me gustaba más, hasta que un día, ya en el año 1940 se puso un gran escaparate que estaba frente al público. La gente al transitar por la calle te hacía señas, se paraban, miraban… Un día uno empezó a hacerme muecas desde la calle, yo al principio no le reconocía. Era mi amigo Venceslao. Le saludé y me propuso ir a trabajar con el a un taller que tenía en la Costanilla de San Andrés, con un sueldo ya de 14 pesetas. Por aquellas fechas me casé con Carmen, era el 16 de julio de de 1940. La conocí en el baile «Pelitan» en la calle de Atocha al acabar la guerra.

Nos reíamos mucho los amigos supervivientes. Tuvimos varias bajas. «El maestrillo» murió en el Cerro Gatabitas en la casa de Campo. «El Sandalio» En la sierra Peregrinos. «El Jaro» en Somosierra. Otros amigos se mudaron de barrio y otros se agregaron al grupo. Íbamos todos en pandilla a diferentes bailes los domingos… El Salamanca, Barceló, San Carlos. En verano, íbamos a bailes merenderos Biarrizt, Ángulo, Buenos Aires, qué por poco dinero tenías baile y merienda y además venían las criadas. En el Metropolitano, conocí a Adela una chica de Embajadores y Delicias que nos llevábamos muy bien y que por circunstancias varias de amores y desamores lo dejábamos y nos encontrábamos… En aquellos tiempos conocí a Carmen y empezamos a salir. Hubo un tiempo que salía una vez con una y otra vez con otra. Yo no sabía cómo solucionar el tema. Mi amigo Mingo, me recomendó que eligiese a una de las dos. Una tarde mientras estaba con Carmen en el baile, llegó Adela y se armó. La solución fue bailar un tango con otra chica que lo tenía comprometido. Cuando terminó el baile y las busque, se habían marchado las dos y me quedé sin ninguna, luego con el tiempo y muchas «explicaciones» recuperé a Carmen.

Lo del baile los fines de semana, era el espejismo de un crío de veintitrés años que necesitaba a pesar de todo vivir esa juventud robada. La comida era escasa, racionamiento, miseria, un traje de quita y pon y hambre… Mucha hambre. No había nadie gordo y siempre con el temor de que alguien te denunciará por rojo y te dieran cuatro tiros…

Continuará.

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Los años más felices de mi vida! (Capítulo 11)

De once a catorce años fue una época muy feliz, creo que la más feliz de mi vida. Hacíamos partidos  de futbol interminables, porque íbamos a goles y solian terminar al llegar la noche, por falta de luz.

Aunque careciamos de juguetes y golosinas que las veíamos y no las teníamos, tenía libertad para andar, correr y jugar con cosas naturales. También hacíamos pequeños «trabajos» íbamos a la Torrecilla, donde ahora está el «Pirulí», allí era donde los traperos de la Elipa descargaban los desperdicios que no les servían, como el papel, libros viejos, etc.

Por aquellos tiempos no había recogida de basuras, no existía el plástico y todo se reciclaba. Las botellas, los metales, los trapos, te los pagaban. Ibas a comprar con los embase de vidrio y allí te echaban la leche, el aceite, el vino…

Había vertederos por todos los sitios y reuníamos periódicos y los vendíamos a los fruteros en el mercado de Vallecas, que los usaban haciendo cucuruchos para meter la mercancía. Sacaba unos céntimos, que unido a lo poco que nos daban en casa, era lo suficiente para ir al cine Frutos, que era nuestro cine del barrio de Vallecas.

Cuando no teníamos dinero, nos confabulabamos en la puerta y al abrír las puertas, entrábamos en avalancha. Algunas veces lo conseguíamos, otras, los acomodadores nos echaban a la calle dándonos un pescozón. El cine era mudo y ponían películas de indios y vaqueros. A veces éramos muy gamberros con el acomodador y le cantábamos: – ¿Qué tiene el acomodador en la cabeza? – Coro: Serrín! – ¿Y en el culo? – Coro: ¡Almorranas! – Qué cante la Bejarana, – Coro:Bejarana no me llores porque me voy a la guerra ya vendrán tiempos mejores en que cuides la becerra mientras yo riego la tierra. Etc. Etc. Y el acomodador con la linterna, buscando a los bribones. La cabina donde se proyectaba la pelicula tenía un techo, que era «propiedad» de la «Banda negra» unos chicos y otros no tan chicos que se dedicaban a robar carbón de los camiones que iban a descargar al cerro Negro en el Pacífico, en la cuesta antes de llegar al Asilo de los ciegos, en el campo del Cafeto. Se subían al camión y tiraban al suelo grades cantidades, que otros iban recogiendo.

En verano, en vacaciones nos íbamos a bañar al Manzanares cuando podíamos, porque mi madre nos encerraba en la siesta, pero nos escapabamos porque la reja de la ventana era estrecha y cómo éramos muy delgados, metíamos la cabeza y después el cuerpo. Anselmo y yo lo conseguiamos, pero mi hermano Angel que tenía la cabeza más gorda no pasaba y encima de no salir, era el que se llevaba los zapatillazos.

Nos metíamos por los colectores que venían de las Ventas hasta desaguar en el Manzanares por la China, decían que el arrollo Abroñigar era el río más grande del mundo porque venía del norte, atravesaba California (el barrio junto a las vías del tren, por el puente de los tres ojos) atravesaba Japón (barrio cerca de Legazpi) y desembocab en la China.

El río Manzanares era nuestra playa de verano, cubría muy poco escepto en el encuentro con el río Pelotas, que venía del colector de Legazpi. Fueron años muy felices…

Leía, leía mucho, mi pasión era la lectura. Emilio Salgari del que tenía toda la colección. Libros de piratas, Victor Hugo, Julio Verne… También leía teatro, a Arniches, zarzuelas, los tebeos de la época. El TBO, La risa, Pinocho, Búfalo Bill…todo lo que caía en mis manos. Llevaba la comida a mi padre desde Vallecas hasta la Ronda de Atocha donde trabajaba en un almacén de maderas. Salía con un capachito andando con el cocido. Pacifico, Menendez Pelayo, Atocha a coger las rondas y a la vuelta lo mismo. Algunas veces (muy pocas) mi padre me daba diez céntimos para coger el metro, y yo me lo gastaba en galletas Mallero, un puñado de restos y galletas rotas… Mi padre serraba troncos de metro y medio de de diámetro (venía un solo tronco en un camión) con una sierra tronzadora manejada por dos hombres. Mi padre aguantaba todo el corte, mientras que el que estaba al otro lado lo tenían que cambiar. Mi padre estaba muy fuerte, era una bestia trabajando… Trabajó hasta los cien años. Continuará.

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Preso a África!!! (Capítulo diez)

Hacía dos años que había acabado la guerra. Dos años careciendo de todo. Trabajaba doce horas diarias y no nos llegaba ni para  cubrir las necesidades mínimas de mi familia, asi que emigramos primero a Logroño, después a Bilbao y terminamos en Burgos. Cuando todo parecía que estaba camino de arreglarse, llegó la mala noticia de Madrid. Mi madre me comunicó, que me habían llamado a filas…

¡Tonto de mí! Nos fuimos a Madrid, me presenté en el Cuartel de Infantería en Menendez Pelayo (No tenía que haberme presentado, como hicieron mi primos Antonio y Pepe, y no les pasó nada) Cuando nos presentamos ya no nos dejaron salír. Nos formaron en fila de tres y nos llevaron escoltados hasta la estación de Atocha. En el camino se había corrido la voz que nos llevaban para África. Carmen y mi hijo llegaron de milagro junto a mi, a la entrada de la estación, allí nos despedimos con lágrimas y ya no los volví a ver hasta transcurrido dos años.

Nos condenaron a privaciónes de todo tipo  y sin ayuda de nadie. A mi mujer y mi hijo la única persona que le ayudó fue su madre la señora Santa, que lo era de verdad.

Nos metieron en un tren de ganado y como ganado nos llevaron. Tardamos dos días y medio en llegar a Algeciras con paradas… En Córdoba, nos dieron a comer un rancho asqueroso, allí me dieron ganas de marcharme, pero pensando en los míos continué. Llegamos al puerto de Algeciras.

En un viejo barquichuelo que hacía a diario el trayecto hasta Ceuta pasamos el charco y allí nos concentraron en un cuartel, nos cortaron el pelo al cero y nos dieron «un uniforme», de «soldado trabajador». La verdadera calificación era de un Batallón disciplinario de trabajos forzados y escoltado permanentemente por soldados armados.

Hicimos una marcha de unos treinta kilómetros, pasamos por Benzú, un pueblo de pescadores marroquíes y después a Punta Leona al otro lado del estrecho y frente al peñón de Gibraltar entre los dos mares El mediterráneo y el Océano atlántico.

Allí entre rocas, pues no había playa y cubiertos con una plancha de dos metros por uno y un centímetro de grueso era el techo que teníamos. Desde aquel sitio vi pasar barcos de guerra y el bombardeo de Gibraltar por las lanchas rápidas italianas, en plena segunda guerra mundial.

Empezamos a sufrir malos tratos por los escoltas y sus jefes. Solían decirnos : «Si se muere un hijo de puta de éstos, mañana, traemos a dos!!!» Me reclasificaron y me encuadraron en la cuarta compañía del 32 Batallón de Trabajadores. Tuve una «suerte» relativa, ya que nos incorporaron a una compañía de Ingenieros que estaban haciendo una Red de artillería, para los puntos extrategicos de peñas dominantes del mar, como Punta Ciris, Punta Altares, Elcazar Leques, Melisu cerca de Tanjer. Estaban preparando Bunkers fortificados para ser utilizados por los alemanes, y que ellos pudieran neutralizar el paso de los buques de guerra aliados.

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Por suerte, no se llegaron a emplear por el desembarco de los americanos en Casablanca. El trabajo diario nuestro, consistía en colocar postes para una Red de Telefonía. Unas grandes caminatas diarias, para luego hacer hoyos profundos con pértigas y colocar y fijar los postes de comunicaciónes.

La comida que nos daban era asquerosa y escasa. Dos cazos de caldo de boniato y dos jureles mal olientes que eran todo espinas. Nos comiamos todo lo que nos encontrábamos, madroños salvajes, bolitas de endrinas (parecidas a las majuelas) cualquier bicho viviente, galápagos, serpientes (menos los alaclanes y las arañas) todo! El trabajo era durisimo, pues a menudo el terreno era rocoso y dificultaba mucho el trabajo.

Pasábamos por zocos y cabilas. Los moros de esos sitios tan míseros, no nos veían con buenos ojos. Éramos rojos prisioneros encubiertos, como soldados trabajadores. Hacíamos intercambios con ellos. Ropa y dinero por tortas de saina y panecillos. Lo pasábamos fatal, la gente se desmallaba enferma cuando formábamos para pasar lista. Se los llevaban y ya no volvían..

Un día se enteraron, de que yo era tapicero y me mandaron a Ceuta para tapizar el coche del jefe del Batallón. Me instalaron en un barracón para transeúntes donde revuelto con los moros y soldados enfermos, conviviamos con los piojos y la suciedad  que estaba por todos los sitios, pasé varios días esperando para hacer el trabajo…

Continuará.

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¡Estalla la guerra!

Pablo Sanz Gutiérrez 17/11/1917-5/1/2021 Toda una vida (capítulo 1)

Domingo 19 de Julio de 1936

Nos encontrábamos, como era habitual los domingos, bailando en «El Dancin» de la Bombilla, que era uno de los lugares de diversión más baratos. Por 1,50 ptas teníamos baile y merienda (cerveza y bocadillo). Cuando se estaba terminando el baile, entraron unos individuos con fusiles y monos azules (después se llamaron milicianos) y nos desalojaron porque estaban tiroteándose con unos falangistas, al grito de: «¡El ejército se ha sublevado! ¡Ha estallado la guerra joder!».

Yo estaba bailando con una chica que conocía del «Leganitos» en la plaza de España. Ella trabajaba en la calle Escosura y se llamaba Elisa. Era de noche y la acompañé hasta su casa, donde servía. Bajamos por la orilla del Manzanares hasta donde hoy está el estadio Calderón, paseo de los Melancólicos. Al pasar por la pradera de San Isidro se oían disparos (estaban muy cerca). Subimos por la calle Toledo, Santo Domingo, San Bernardo, Quevedo, hasta Escosura.

Entonces no existía el D. N. I. Tenía una cédula personal sin foto y el carné de la U. G. T. Durante el trayecto a pie, nadie me detuvo. Al final de la madrugada, llegué a mi casa en el Puente de Vallecas.

El lunes, la gente estaba muy nerviosa. Los rumores, los tiroteos… No sabíamos qué pasaba. Nos reunimos en el barrio varios amigos y la curiosidad por saber qué ocurría nos llevó a la Plaza de España. Cogimos el metro que desde ese día era gratis, como muchas cosas; solo había que decir en voz alta: U. H. P. (Significaba «Uníos, hermanos proletarios»). Así que pedías tabaco y unas cervezas, decías U. H. P. y salías sin pagar nada… Aquello no duró mucho.

Llegamos a la Gran Vía y bajamos por la plaza de Oriente hasta la calle Ferraz. Se oían tiros en el Cuartel de la Montaña. Se habían hecho fuertes falangistas y parte del ejército que se había sublevado. Allí hubo una lucha tremenda con muchos muertos y fusilamientos… Bajamos por el paseo San Vicente y la primera calle a la derecha daba a una cuesta a la espalda del cuartel. Las balas silbaban por encima de nuestras cabezas, porque la calle estaba más baja en la trayectoria.

De repente, se hizo un silencio, seguido de un griterío. Se habían apoderado del cuartel. Corriendo, entramos todos los amigos en el patio. Lo que vi no me gustó nada: estaba plagado de cadáveres de soldados, de falangistas, de oficiales del ejército. Fueron los primeros muertos de la guerra civil que vi, un impacto tremendo, difícil de olvidar… Aquello era un caos, una locura. Me encontré con un primo hermano que estaba detenido-preso; estaba haciendo la mili de voluntario y estaba en un aprieto. Sacamos la cara por él y salió del cuartel sin ningún contratiempo. (Años después, coincidimos en el batallón disciplinario en el que estuve «condenado» en África).

El Cuartel de la Montaña era un polvorín repleto de armas y explosivos. Dentro del cuartel, entramos a tropel en medio de una avalancha en una sala donde estaban almacenados fusiles y municiónes. Nos armaron  a todos. Yo, cogí un mosquetón y municiónes. Cuando  salimos a la calle, yo no sabía ni como se cargaba el fusil.

Volvimos por la Gran Vía; todo eran griteríos. Desde un piso alto del edificio del cine Coliseum, empezaron a dispararnos. Nos guarecimos detrás de un coche. Al principio, no sabíamos dónde estaba el francotirador, hasta que uno de mis amigos lo descubrió. Hacia aquel piso, empezamos a disparar. Fue la primera vez que disparé al azar, pues yo no había visto a nadie. Nos dejaron tranquilos y seguimos nuestro camino hasta el Puente de Vallecas. La gente estaba en la calle como loca, gritos desaforados, canciones. No sabíamos lo que iba a pasar. Yo esperaba que, como en otros momentos de huelgas y concentraciones, pasado un tiempo, todo se normalizaría. El resultado fue muy diferente: tres años de pasar toda clase de calamidades. Yo tenía 18 años y no había salido nunca de Madrid, ni de casa. Allí me uní a un grupo de la CNT.

Con el grupo de la CNT patrullamos Madrid de punta a punta. En la plaza de Santa Barbara, esquina con Fuencarral también nos tirotearon. Parte del grupo subió a la casa, registrando piso a piso, sin encontrar al autor de los disparos.

Eran muchos los que se camuflaron, y para salvarse se hicieron de la CNT. Después se les llamó La quinta columna, traidores ‘emboscados’ en territorio enemigo. Su guerra secreta tras las líneas republicanas. Cuando se acabó la guerra, muchos se hicieron falangistas; estos fueron los peores asesinos, amparados en la impunidad que les daba el uniforme.

Un día, estando «El maestrillo», «El Jaro», Manolo y yo frente al cine Gimeno, había una manifestación de gente. Gritaban de alegría, cantaban, no sabían lo que después tuvimos que pasar, después de tanta euforia. Paró un camión y unos milicianos subidos al pescante arengaban a la gente a subir al mismo. ¡A Burgos! ¡A Burgos!, decían gritando. Nos subimos los cuatro al camión (éramos unos críos de dieciocho años). Nos llevó hasta Cibeles, al Ministerio del Ejército, nos cargaron de municiones y en camiones partimos ya de noche avanzada. Cuando llegamos a Colmenar Viejo había allí muchos más milicianos (así nos llamaban al principio de la guerra).

Todo era caótico, no había mandos y cada cual hacía la guerra por su cuenta. Pasamos el día en Colmenar y después de comer partimos hacia Burgos. Nos dieron suministros que consistían en una cantimplora de vino y una lata de mortadela para cuatro. Al llegar a Somosierra, una lluvia de disparos nos paró en seco; venían de todas las direcciones. Nos dimos cuenta de que teníamos enfrente al ejército sublevado, cortándonos el paso. Parapetados, pasamos la noche tiritando bajo un frío intenso; las noches en la sierra son gélidas, a pesar de que aún estábamos en verano. ¡Nos comimos la mortadela y me sentó fatal! (No he vuelto a comer jamás la dichosa mortadela).

Continuará…

Malas lenguas.

Las malas lenguas hablan en la sombra con susurros que cortan como una afilada hoja.

Con palabras hirientes trastocan situaciones y en el viento transitan rumores de boca en boca.

Ecos que se repiten sin verdad. ¿Porqué, me pregunto?El silencio es una defensa, frente a lenguas que hablan sin piedad

Más allá de críticas y juicios, late un corazón con sus propios vicios.

Las malas lenguas hablan, pero callan cuando la verdad en silencio se alza.

En el camino donde la confianza crecía, una sombra cayó ¡la amistad mentía!

Mi mejor amiga… Con palabras que dolían , la lealtad rompió como un hilo frágil, y en el silencio y dolor fue más audible.

Recuerdos de risas ahora duelen al ver, cómo la confianza se convirtió en no querer saber.

Pero en la memoria, algo queda claro: la verdad duele, aunque el amor se ha marchado.

Quizá el tiempo cure heridas abiertas, pero la memoria guarda sombras inciertas.


Un día sin saber porque , todo el amor que me tenía se convirtió en odio y envidia, invento historias falsas y enredo con su mala lengua a otras amigas.

Un día sin aviso, el amor se torció, en envidia y odio, la amistad mancillada se perdió. Historias falsas tejió con su lengua afilada,

Otras amigas comunes creyeron su trama amañada con su veneno emponzoñada.

Recuerdos de ras ahora pesan como piedra, palabras que dolieron, heridas que quedan. No entiendo el porqué, ni el motivo cierto, solo sé que el dolor en el alma ha quedado abierto.

En el silencio echo de menos la lealtad, una amistad que murió sin piedad. Pero en la sombra de este dolor profundo, queda la memoria de lo que fue, en otro mundo.

«Dios, perdonó a una prostituta, pero no a una mala lengua.«

Dios, perdonó a una prostituta, pero no a una mala lengua.
En los caminos de la Biblia antigua, Dios miró a una prostituta con ojos de piedad. Perdonó sus pasos, sus caídas y en su misericordia, le dio una nueva vida.
Pero a la lengua que hiere sin freno, que teje mentiras y siembra dolor ajeno, no le dio el mismo perdón ni la misma calma, pues daña al almas más que cualquier otro daño.
La prostituta erró en actos de carne, pero la mala lengua hiere con palabras que arden.
Una buscando amor en caminos equivocados, la otra destruyendo vínculos con veneno callado.
En el juicio divino, quizás la medida sea, no el pecado hecho, sino el dolor que ha creado.

Noche de San Juan

Anoche quemé trastos viejos, mezclados con desilusiones y recuerdos que encogen el alma. Salté por encima de brasas candentes de dolores y penas. Por un instante, volví a la pubertad. Aquella juventud que pasó tan rápido. Luego al dormir soñé con aquellos tiempos difíciles y maravillosos, donde el amor abrasaba. Le puse rostro a mi […]

Noche de San Juan

El barranco Resinero capítulo 15

Muchas veces hablé con mi padre sobre éste episodio, triste episodio de la guerra. Mi padre lo tenía muy presente, los miles de muertos, los alaridos, los bramidos de los heridos, de los moribundos .. Me habló de los registros de las voces, inimitables si no tienes una herida abierta por donde se te escapa la vida.

Parte de Guerra Nacional (19 de agosto de 1938)

Batalla del Ebro.

En el día de hoy se ha causado a los rojos una gran derrota en el sector del Ebro, habiéndoles ocupado posiciones de gran valor militar que agravan extraordinariamente la difícil situación en que se encuentran.

Es enorme el castigo que se les ha infligido, siendo varios los millares de bajas que han sufrido y muy numeroso el armamento y material que se han visto obligados a abandonar y que han sido recogidos por nuestras tropas. Los prisioneros hechos ascienden a varios centenares, sin que en este momento se pueda dar su número exacto, porque siguen afluyendo desde distintos puntos del sector.

En el sector de Salada, del frente de Valencia, nuestras tropas han llevado a cabo una audaz operación, ocupando Peña Juliana, Loma Redonda y otra importante posición. Poco tiempo después los rojos contraatacaron varias veces dichas posiciones, siendo brillantemente rechazados y sufriendo gran quebranto. Al amanecer se conquistó la totalidad del macizo de Peña Juliana, cruzando el barranco Resinero. Se han hecho al enemigo más de 300 muertos y 153 prisioneros, cogiéndole diez ametralladoras, más de 200 fusiles y muchas municiones.

En el sector de Cabeza de Buey, durante la noche pasada, y en el día de hoy, el enemigo ha contraatacado repetidas veces nuestras posiciones de Zarza Capilla desde Peñaelsordo y una del suroeste de Cabeza de Buey desde Balaicázar, siendo rechazado con toda energía y causándole gran número de bajas. Entre el material cogido a los rojos en este sector, en los últimos días, figuran más de 50 armas automáticas, 1.530 fusiles, ocho morteros, más de un millón de cartuchos de fusil y varios miles de granadas de mano y proyectiles de artillería.

Actividad de la aviación.-—En combate aéreo se han derribado hoy cuatro aviones rojos, sin pérdida alguna por nuestra parte.

El día 17 fueron bombardeados los objetivos militares de la estación de Ampolla; en la noche del 17 al 18 los de las estaciones de Vendrell, Sitges y Ampolla, y en la noche del 18 al 19 la fábrica de material de guerra de Blanes, que fue destruida.

Escrito por mi padre:

CON LA EDAD SIGUEN LOS SUEÑOS

Siempre pensé que las alas profana de la inocencia, se van empequeñeciendo con el paso del tiempo.

Qué el tiempo me haría olvidar… Al final el recuerdo de tú amor, aquel amor rabioso que me confesaste con aquella nota, sigue siendo vigente.

Saliste corriendo, sin esperar respuesta… Aquel ultimátum… !!!Ahora o nunca!!!

Luego todas las experiencias amorosas, experiencias prohíbas, mezclada con el morbo… Tantos años de hacer el amor en cualquier momento, sitio, situación…

No quiero, ni puedo olvidar esos momentos. ¡Lo volvería a hacer mil veces más!

Amanece otro día, maravilloso y azul tras las nubes.

Yo, sin embargo, siento que ese hombre malo que me decías, no ha traído todavía sus tijeras de gravedad.

Es más, cada día vuelo más alto con otra persona y que la belleza, que me da tu recuerdo en cada latido de mi alma, no cesa.

Una cosa me ha quedado clara: con la edad siguen habitándome los sueños y tú, mi Polvorilla, estás en ellos…

For ever!

Quiero soñarte una vez más!

Buenos días!!! Está noche te busque entre una nebulosa de mis sueños… No estabas!
Desperté, varias veces (como acostumbro) y no estabas!
Fui al lavabo medio dormido y al volver a la cama… No estabas!

Está noche estarás conmigo y te tendré conmigo nuevamente… en mis sueños!!!

Sueño con soñarte, desdibujada te dibuja mi nostalgia, pero cercana, muy cercana. Que me abrasen tus besos!!! Haciéndote el amor sin final ni principio, sin reloj, sin parar… Sin que echarte de menos, sea la única forma de estar contigo.

Soñar contigo al mediodía y de noche y que llegue la mañana, abrazado a tí para volver contigo otra noche en un ciclo de días, meses… Quizá años, quien sabe…

El amor duele

No, no es una enfermedad, pero duele. Duele en lo más profundo, allí, donde no llegan los remedios, a donde no hay medicinas que lo mitiguen. A veces, es por el estómago, otras por los intestinos, o el corazón. -¿Quién dijo que el corazón no duele?-

Ese carraspeo, que no logro quitarme. Esa desazón, que me impide respirar. Ese suspiro, que no logro contener. En mí cabeza, se desatan una riada desbocada de pensamientos atropellados qué forjan historias, historias qué a fuerza de repetirlas, pasan a ser verdades.

Sed arrastrada qué no calma el agua fría, agua qué no apaga un incendio. No hay solución!!!

Es un sin sentido, al lado de un río, hacer un pozo. Calmar mi amor con otro amor, sólo hace añorarlo con más fuerza…

Morir de amor, es vivir amando… Arder por dentro, calmar ese fuego con besos, caricias y sexo… Sexo salvajemente descontrolado hasta desembocar en un orgasmo placentero, doloroso, sublime y luego paz, paz, qué se rompe una vez más, con más besos y más sexo hasta caer extenuado de tanto dolor y sexo.

Siempre amanece

Hay dias en que te encuentras talmente a oscuras… Ayer fue uno. Aunque el día sea luminoso, no podrás salir de la sombra qué te atrapa. No podrás, no podrás…

Estarás perdido, errante irás como un vagabundo… Las ideas fijas en dar solución a un problema qué no existe. Complicado, muy complicado…

Hoy es otro día, la noche quedó muy atrás. Siempre amanece. Abro mi alma y pienso en ti.

Demasiado peso.

Llevo demasiado peso en una mochila de melancolía, de nostalgias y recuerdos que lastran un globo que no acaba de despegar aunque lo empujen las corrientes.

Llevo demasiado peso, necesito aligerar la carga. Por eso escribo estos versos que salen del alma, despliego mis alas de metáforas y me elevó contigo y vuelo sin rumbo hacia no se sabe donde…

TOCAR TU SEXO

Tocar tu sexo…
Sueño con tocar tu sexo. Lentamente…
Sentir tu sexo húmedo… Sin pausa, mientras te estremeces…
Mientras te abandonas y entregas…
Mientras nos besamos desaforadamente y subimos y bajamos juntos por ése tobogán de amor y gozo…
Sentir esa excitacion progresiva y llegar juntos a esa explosión de placer!!!

Sueño con tocar tu sexo!

Poseerte una y otra vez… Desde tu ser, hasta tu cuerpo. De no saber distinguir que se hace, si es una caricia o un arañazo, un insulto soez o…
Sin pausa, sin ausencia.
Tocar el amor, mientras te amo y me late el corazón… ¡¡¡Estar vivo!!!

NO MERECE LA PENA

Alguna vez quise huir, desistir, perderme… Renunciar a intentar… Otra vez…!

¡Se acabó!

Fue entonces cuando llegaste tú, cómo un dulce aire de flores a mí primavera agotada.

¡Y se hizo la luz!

Estabas ahí, pero no te veía…

Aparecías en mis sueños borrosa e irreal…

Y sin saber como ni porqué, me invitabas a besarte.

Sentí fuego en mis venas y rompí mí primer verso inspirado en tí!

Hace unos meses, quise salirme del mundo.. Y entonces llegó la poesía.

¡¡Llegaste tú!!!